El recuperador tiene una mala imagen en la sociedad. Esta percepción, que suele ser limitada y equivocada, genera enormes y diversos perjuicios a las empresas del sector, tanto en sus relaciones con la Administración como en su aceptación por parte de la ciudadanía.

La actividad de la recuperación de residuos no resulta ni atractiva ni visible socialmente y este hecho añade una dificultad más para la nueva contratación del personal que se precisa en las empresas.

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